Se considera que los circuitos de la recompensa del cerebro están mediados por la dopamina.
“El centro del placer” (vía mesolímbica) se retroalimenta de distintos factores que forman parte de nuestro día a día. Desde los placeres que nos provocan los alimentos, pasando por los sexuales, hasta los logros deportivos y profesionales. Todos provocan en mayor o menor medida una subida natural de dopamina.
Lo mismo ocurre con las drogas de abuso, aunque en cascada, en donde las “experiencias gratificantes” terminan creando un circuito que lleva a la adicción.
De esto saben mucho los fabricantes de cigarrillos. Sin embargo, la capacidad que tiene el organismo de responder activando “el centro del placer” a partir de la administración de nicotina es limitada.
Llega un punto en que los receptores dejan de reaccionar a la nicotina. Están desensibilizados. Y ese proceso ocurre con las caladas que uno da para consumir un cigarrillo estándar. O sea, en este caso el tamaño importa. Si fuese más pequeño quedaría un período ventana, en donde “el centro del placer” estaría permeable a más nicotina, y por el contrario, alargarlo es un gasto, ya que al estar el organismo desensibilizado no provoca ningún placer adicional.
Ahora bien, la pregunta que corresponde es: ¿Qué tiempo necesitan los receptores de nicotina del organismo para resensibilizarse?
Los estudios indican que eso ocurre en alrededor de 45 minutos. Es cuando comienza la abstinencia por la falta de dopamina, proceso que está potenciado por la adictiva nicotina.
Si consideramos que un fumador está despierto unas 15-16 horas por día, llegamos a la conclusión de que son necesarios 20 cigarrillos para lograr el “máximo placer diario”, oh casualidad, la cantidad exacta que contiene un paquete.
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