Ángel manejaba su mototaxi bajo una intensa llovizna que hacía días se había instalado sobre el cielo de Contamana, poblado distante a 840 km de Lima, Perú, perteneciente al estado amazónico de Loreto.
Llevaba un piloto con capucha para protegerse de la lluvia, igual que su cliente, que iba detrás de él apretando los labios ante la combinación de agua y viento, que pese al techo de la mototaxi, seguía mojándolo. El cielo parecía un bloque oscuro y petrificado.
—Apúrese, hombre, que me cierra el banco—soltó el pasajero acercándose al oído del conductor.
—Hago lo que puedo. El tráfico parece endemoniado, como el clima—al sentir el timbre de su teléfono móvil se interrumpió para contestar—Aló… Si… ¿Cómo? ¿En qué tiempo?…Cuenten conmigo. Voy para allá—frenó su moto al instante en que terminó la llamada.
—Lo siento, deberá buscarse otro transporte. Hay una emergencia médica y el avión necesita luz para
despegar.
El pasajero se demoró unos segundos en comprender la situación. Los necesarios para buscar un pañuelo y comenzar a agitarlo aferrado a una columna metálica que soportaba el endeble techo del vehículo.
—No pierda más tiempo, compadre. Vamos que le voy abriendo espacio. Dele al claxon y no pare hasta el aeródromo.
Ángel lo encaró. Necesitaba entender la nueva situación.
—¿Y el banco?
—Ya me olvidé del banco. Vamos, compadre. No se demoré más.
Entre los dos fueron abriéndose paso, sorteando baches, semáforos y peatones.
Se demoraron quince minutos en llegar al aeródromo.
En la cabecera de la pista se veía a una pequeña aeronave con los motores en marcha.
La moto se ubicó perpendicular a la pista con sus luces encendidas. En pocos minutos, una enorme hilera de motos se fue sumando.
Ángel buscó en un pequeño compartimento y encontró una linterna, que también enfocó en dirección a la pista.
De no ser por los sollozos que comenzó a oír, no se hubiese percatado de su cliente. Este se hallaba con la cabeza flexionada y los ojos cerrados. Mantenía una respiración entrecortada. Se cruzaron las miradas, los dos hombres se mantuvieron por un instante en silencio.
—Hace dos meses yo iba en esa avioneta acompañando a mi esposa al hospital de Pucallpa.
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