El señor León dormía plácidamente en la suite presidencial de un hotel de 5 estrellas de Tenerife, Islas Canarias. Su amplia ventana enmarcaba una luna plateada que se reflejaba sobre las aguas del mar. No había brisa, y la calma parecía acompasar el sueño del señor León. Sin embargo, se despertó sobresaltado, se sentó apoyándose sobre el respaldo de la cama King y atinó a palparse el cuello, a continuación hizo lo mismo con su muñeca izquierda, y ante un galope desconocido decidió realizar una llamada.
-¿Aló, necesito un médico?
Al otro lado de la línea una mujer joven de origen alemán saltó despedida de la cama y respondió con cierto lenguaje tropeloso.
-¿Qué… qué le ocurre, señor? ¿Desea que vaya a verlo?
-No se moleste, solo consígame un médico.
La mujer buscó en su tablet los teléfonos de referencia que tenía de Tenerife, llamó a una clínica, les explicó la situación, y treinta minutos después recibió en el lobby del hotel a un médico con una enfermera que apresurados avanzaron hacia la suite presidencial.
El señor León respondió farfullando algo ante los sonidos de la puerta de su habitación. La abrió y sin mediar palabra se volvió a acostar. Estaba viendo una serie infantil.
Pese a la sorpresa inicial el médico actuó con profesionalidad: le realizó el interrogatorio de rigor, lo examinó, le tomó las constantes vitales, observó sus oídos, su garganta. Y solo halló un leve enrojecimiento de las amígdalas. Le transmitió su impresión al señor León, y este satisfecho por el accionar profesional lo invitó a compartir el desayuno con él.
La expresión de sorpresa volvió a apoderarse del rostro del galeno. Realizó una llamada y se le autorizó extender su estancia. Minutos después la ambulancia regreso a su base llevándose a la enfermera.
Esa mañana el señor León desayunó y compartió 3 horas de su tiempo con el médico.
El profesional recuerda que fue una conversación amena, mesurada y variada. Se habló de cine, de artes plásticas, de las características arquitectónicas del hotel e incluso del futbol europeo. No recordaba que se haya hablado sobre el estado de salud de su paciente. Si tuvo presente que al retirarse el señor León del hotel, la clínica le había cargado a su cuenta 800 euros por el acompañamiento médico, también llegó a comentarme que el señor León tenía 7 años de edad, era el hijo de un jeque saudí relacionado al petróleo y que la joven alemana era su institutriz.
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