Nací en América del Sur, en la coordenada 34º 36´ 30´´ S, 58º, 22´ 19´´ O, una madrugada de domingo. Dicen mis padres que les di mucho trabajo, tal vez por eso me soltaron las alas a temprana edad.

En mi primer vuelo rasante aterricé en Brasil, y su gente, la música y el entorno nordestino terminaron por cautivarme. Desde entonces escucho hablar en portugués y es como si las palabras fuesen moviéndose dentro de mi creando oleadas de afecto. La misma sensación conservo de las vivencias que rescato de Centroamérica y el Caribe. Esa debe ser la razón por la que extraño tantos sitios del mundo.

Siempre llego a la misma conclusión: la diferencia la hace la gente. A partir de mis viajes entre continentes, he descubierto que es tantísima la población que es capaz de tenderte la mano. También la hay de las otras, pero siempre intento rescatar lo positivo de cada lugar. Cuando terminé mi carrera universitaria retomé mis periplos.

Los nuevos destinos me acercaron en reiteradas ocasiones a la aurora boreal, y con el frío del hemisferio norte encontré gente más retraída, hogareña y solitaria, que eran capaces de brindarte a cuentagotas primero y a cascadas después, calidez y afecto. Sigo viajando, y entre destino y destino sumo anécdotas, fotografío paisajes, sonrisas y paredes, y me doy tiempo para escribir.