Un nuevo crack bursátil tenía a Carl con los ánimos de punta. Caminaba presuroso por la calle Great Jones, había terminado de almorzar con su novia y se dirigía a Wall Street. Llevaba años lidiando en la bolsa de valores, pero seguía sin acostumbrarse al subibaja bursátil. Debo recuperar posiciones o terminaré nuevamente en la emergencia médica, se dijo. Seguía cargando su exceso de peso, y con tan solo treinta años de edad estaba medicándose por una diabetes incipiente. Comenzó a cruzar Lafayette en dirección a la calle Bond.

—Amor, te olvidaste el móvil… Carl, el móvil—vociferó Sheena que corrió para alcanzarlo.

El giro descoordinado e imprevisto de Carl provocó una rotación forzada de su talón izquierdo y el consiguiente esguince. Terminó con su humanidad sobre el pavimento.

Un hombre en harapos alcanzó su maletín que yacía a varios metros de Carl dispuesto a devolvérselo. Recogió varios folios que estaban desperdigados por el suelo y se quedó inmóvil al escuchar el grito desaforado de una mujer.

—Agarren al ladrón, se está robando el maletín. ¡Socorro, policía!

La zona aledaña a la bolsa de valores de Nueva York últimamente estaba reforzada por agentes de civil y uniformados, las masivas manifestaciones de Occupy Wall Street mantenían la tensión en el ambiente. Al tercer grito de la histérica mujer dos policías tenían al vagabundo en el suelo, mostrándoles el manual completo de neutralización con el bastón de madera que utilizaban para esos menesteres.

El desafortunado homeless solo atinaba a cubrirse la cabeza con los brazos. Cuando consideraron que era suficiente lo levantaron en volandas y lo esposaron.

Carl se acercó cojeando hasta los policías.

—Gracias, agentes, esta zona está cada vez más insegura. Necesitamos tolerancia cero para mantener estas lacras sociales a raya, y contribuyentes honestos que paguen sus impuestos…—hizo una pausa al ver el rostro del vagabundo, unos ojos claros y unas greñas rubias le parecieron familiares, muy familiares. Recogió su maletín y se despidió de los policías con un saludo militar. Comenzó a caminar apoyado en su novia y cojeando.

—Sabes, amor, que hoy pese a todo será un gran viernes, creo que he recuperado la dignidad que había perdido en un Spa del SoHo.