Yo soy de todo el mundo
El circo itinerante se iba a presentar en una ciudad a novecientos kilómetros de donde me hallaba. Repase mi agenda, postergué un par de actividades y me dispuse a viajar.
El circo itinerante se iba a presentar en una ciudad a novecientos kilómetros de donde me hallaba. Repase mi agenda, postergué un par de actividades y me dispuse a viajar.
Luca seguía expectante recogiendo las clavas que caían al suelo. Se movía raudo entre los coches, y en ocasiones los saltaba con la agilidad propia de su raza.
La Iglesia Camino de Pastores tenía su sede en La Florida. Llevaba veinticinco años de fundada, y en ese tiempo había crecido en metros cuadrados y en fieles de manera exponencial.
Continuaba el recorrido en el bus turístico por la capital catalana. La ciudad había amanecido con un frio seco que se pronunciaba por la brisa mediterránea. Estaba en el segundo piso del bus acercándome al estadio de fútbol de Barcelona. Cercano a mí, dos argentinos eran acompañados por una joven de pelo rojo, ojos verdes y chaqueta negra. Habían transcurrido veinticuatro horas de la derrota electoral de Convergencia y Unión (CiU), partido que planteo una propuesta soberanista.
La noche se comportaba luminosa, expectante, atenta a mi visión, como si estuviese ahí para intentar comprenderme. Me hallaba recostado sobre una hamaca. A mis pies, dos cañas de pescar se movían esporádicamente
Once horas de vuelo me tenían agotado. Llegué a Barcelona a última hora del día. Me apresuré en alcanzar mi equipaje y poco tiempo después ya estaba acercándome a la zona de espera de pasajeros. No tenía previsto encontrarme con nadie, y menos con un viejo amigo con un ramo de flores.
Héctor me observaba en aparente sosiego, aunque no podía ocultar sus deseos de conversar. Estaba recién llegado de Italia. Viajó para cumplir una promesa.
Estando en Nueva York, me hallaba desayunando en Daniel´s Bagel. Próximo a mí, dos jóvenes con uniformes de una empresa de telefonía conversaban animadamente sobre las próximas elecciones presidenciales.
Combinemos: calentamiento global, pesca indiscriminada, derrames de petróleo y deposito final de gran parte de los desechos que produce a diario nuestra sociedad de consumo. El resultado es el presente sin futuro de nuestros océanos.
Recientemente tuve la ocasión de conocer a una pareja de investigadores del Museo de Gibraltar. En el breve intercambio de palabras me hablaron con mucho amor y dedicación sobre sus trabajos de investigación y sobre los vestigios que habían hallado del hombre de Neandertal.
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