Estando en Nueva York, me hallaba desayunando en Daniel´s Bagel. Próximo a mí, dos jóvenes con uniformes de una empresa de telefonía conversaban animadamente sobre las próximas elecciones presidenciales.

—¿Dime dos o tres diferencias entre el asno y el elefante?

L a pregunta la soltó el más corpulento, observé que estaba leyendo una encuesta de campaña en el periódico.

—Es tan obvio, que no se si mereces que te la responda.

La mirada indiferente de su interlocutor se desvió hacia el queso fundido que estaba untando en el bagel.

—Esfuérzate. Necesito saber tu opinión.

Un dedo que parecía una morcilla acompañó el último gesto del corpulento.

—Veamos, uno de ellos es el animal terrestre más grande que existe, puede pesar diez o quince veces más que el asno, y posee una inteligencia importante, acorde al tamaño de su cerebro… ¿Es suficiente?

—Veo que te ha sido sencillo, ahora haz lo mismo con el partido demócrata y republicano. Dame dos o tres diferencias.

El joven delgado se recostó sobre la silla y apretó los labios. Sus ojos habían perdido la indiferencia, se mantuvo en silencio durante más de diez segundos. Comenzó a repasar su rala barba. Todo su movimiento se concentraba en sus manos y en el constante parpadeo.

—!No las encuentro!—exclamó agobiado .