La cena fue propia de un reencuentro: abundaron los platos exóticos y la memoria refrescante.
Los diálogos se hilaban e interrumpían, y pese a la necesidad de comunicarnos dejé lugar al silencio cuando Graciela me relató su experiencia como creadora de ilusiones.
—Ya pasaron varios años, pero fueron importantes para mí. Durante un lustro trabajé para Terra creándole los horóscopos—sus ojos negros bondadosos parecían luciérnagas.
No evité ocultar mi desconcierto, que se revelaba en el cerco de fatiga de mis párpados.
—No sabía que conocías sobre eso—le dije, recomponiendo mi mirada.
—Yo tampoco—respondió con aire de resignación—.Es un trabajo más, al menos así lo asumí y me dedique durante cinco años a brindarle optimismo a tauro, dinero a géminis, esperanza a leo y amor a todos.
Tenía mucho que ver cómo me despertaba. Mis estados de ánimo terminaban determinando parte de las ilusiones de cientos de miles de curiosos. Hasta que lo asumí con el suficiente profesionalismo y logré mejorar mis predicciones—se interrumpió para tomar un sorbo de vino malbec, ocultando tras la copa una sonrisa enigmática—. Llegué a creerme ese mundo que concebí… Tal es así, que en ocasiones, compartiendo con algún amigo le transmitía todo lo bueno que ese día reflejaba su signo del zodiaco.
—Creaste una ilusión que terminaste comprando.
—Inferí lo que la gente necesitaba leer. Hay escasez de todo en este mundo—lanzó un suspiro de desaliento—.Les di anhelos e ilusiones. Les brindé felicidad, deseos. Digamos que los ayudé a comenzar el día con ciertas expectativas.
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